
¿Tu mente está siempre puesta en tu trabajo, en las finanzas y en cómo organizar tu vida? ¿O eres más de vivir el momento, sin demasiados planes, buscando conexiones profundas y románticas? ¿Te apasiona la creatividad, te dejas llevar por tus emociones y disfrutas de los pequeños placeres de la vida? Estas son algunas de las facetas que forman la mujer en su totalidad. Cada una de nosotras lleva dentro una combinación de diferentes energías y roles, desde los más racionales hasta los más emocionales.
En tiempos antiguos, las culturas adoraban a la figura femenina como el principio creador de la vida. En diversas civilizaciones, como la griega, la egipcia o la escandinava, se rendía culto a diosas que representaban poderosos principios femeninos. La mujer era vista como la gran creadora, la fuente de vida y transformación. En esa época, los ciclos naturales, como las fases lunares, eran interpretados como parte de este proceso de creación. La mujer tenía un papel central en la vida, y su conexión con la naturaleza y los ciclos vitales se entendía como parte de un misterio sagrado.
Con el tiempo, el patriarcado fue desplazando esa visión, y el principio masculino se puso por encima del femenino, provocando una desconexión de las mujeres con su propio poder y energía. Tanto hombres como mujeres comenzaron a reprimir su lado más emocional y creativo, dejando que la acción y los sentimientos se desconectaran en sus vidas.
Sin embargo, es posible reconectar con esa fuerza femenina que vive en cada una de nosotras. Según algunas psicólogas y terapeutas, esa fuerza se expresa a través de arquetipos, que son aspectos internos que todas las mujeres (y los hombres también) llevan dentro. Estos arquetipos se activan en diferentes momentos de la vida, dependiendo de nuestras experiencias y de nuestro entorno.
Cada persona, independientemente de su género, es un ser completo. Imagina que somos como un cristal con muchas caras, cada una representando una parte de nuestra esencia. A lo largo de nuestra vida, diferentes circunstancias harán que se activen ciertos arquetipos. Por ejemplo, una mujer puede identificarse con una faceta de su personalidad en un momento determinado, pero luego descubrir o potenciar otras facetas según cambien sus circunstancias.
Por ejemplo, si una niña crece en un ambiente que la anima a ser dulce y complaciente, puede que reprima su energía más independiente, asociada a una diosa como Artemisa, para encajar en el rol más sumiso de Perséfone. La sociedad, la familia y las expectativas sociales juegan un papel importante en cómo activamos estos arquetipos. Por mucho tiempo, las figuras más valoradas fueron las de Perséfone, Hera y Deméter, representando roles de hija, esposa y madre, mientras que otras, como Afrodita, fueron vistas de forma negativa. Hoy en día, figuras como Artemisa, Afrodita o Atenea son celebradas y reconocidas como arquetipos de fuerza y empoderamiento femenino.
La vida de una mujer atraviesa diversas etapas en las que diferentes facetas de su ser se hacen más evidentes. Durante la adolescencia, por ejemplo, puede que una joven se identifique con la figura de Perséfone, la joven en busca de su identidad, o con Afrodita, la mujer enamoradiza. A medida que crece, es posible que la faceta de Hera, la mujer comprometida y fiel, se haga más prominente si decide formar una relación seria. Y más tarde, si desea ser madre, puede sentir la energía de Deméter, la diosa que nutre y da vida.
En otras etapas de la vida, otras diosas pueden tomar protagonismo. Atenea puede aparecer cuando una mujer busca éxito profesional y quiere lograr sus metas. Si una mujer experimenta una ruptura, puede activar la energía de Artemisa, que simboliza la independencia y el empoderamiento. Y finalmente, cuando la vida le ha dado muchas lecciones, puede llegar a identificarse con Hestia, la diosa sabia, tranquila y espiritual, que busca paz y conexión interior.
Es importante recordar que estos arquetipos no son definitivos. Ningún patrón es completo por sí solo, y para crecer y evolucionar, necesitamos integrar diferentes aspectos de nosotras mismas. Así, una mujer que se identifica con Atenea, por ejemplo, puede necesitar equilibrar su vida racional con una mayor conexión emocional. Puede hacerlo al tomar tiempo para disfrutar de su creatividad, bailar o pasar tiempo con sus seres queridos. Del mismo modo, una mujer que quiera conectar más con su lado Hestia puede hacerlo dedicando tiempo a la meditación, creando un espacio tranquilo para ella misma en su hogar.
En resumen, cada mujer tiene dentro de sí una diversidad de energías que se pueden activar según las circunstancias de su vida. La clave está en reconocerlas y permitirles salir cuando lo necesitemos, para poder vivir de manera más completa, equilibrada y consciente.
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